viernes, 20 de diciembre de 2013

Eterno

Hoy no quiero llorar tu muerte, si no celebrar tu vida, Mostrarle al mundo como eras, que tus nietos te recuerden y los que vengan te conozcan.

A pesar de que no lea esta carta, estoy tranquila, porque siempre nos dijimos todo, acá no habrá nada que no sepas, que no le dijera antes.

Sería mentira si dijera que no duele, que en el momento que te fuiste quedé sin piso, tan asombrada y quebrada que no podía hablar, que duele el solo respirar.

Jamás pensé que esto pasaría, para mí era un roble. Un ser gigante, eterno y poderoso. Capaz de todo, hacer y darme todo.
Me llevó sobre sus hombros, me dio fuerza y valentía, me enseñó a que nadie podía pisotearme, a defenderme, a ser humilde, a que el amor existe, que sin importar dónde se encontrara, el me ayudaría, él llegaría.
  
A pesar de que ya no esté, sigue siendo así:
Eterno, porque no dejaré que lo olviden, los que vengan sabrán quién era, conocerán su rostro, su voz, sus movimientos y su forma de pensar, sus ideales, valores, gustos y disgustos.
Poderoso: porque aún tiene la fuerza de juntarnos, el poder de unir a sus seres amados, porque por usted moveremos montañas.
Gigante: por que seguirá con nosotros, cargándonos sobre sus hombros, dándonos la fuerza para continuar, porque con tan solo al recordarlo, llena habitaciones, almas y corazones.

Estoy tranquila, por que se que fue feliz hasta el último segundo de su vida, con detalles simples pero importantes, como quemando y raspando el pan cada mañana para dejarlo comible, arreglando todo lo que podía, haciendo cosas muy útiles y firmes, pero realmente feas, viendo a los niños descubriendo el mundo, maravillándose con cosas simples de la vida o viendo a su vieja jardinear o molestando a mi mamá hablando exageradamente mal.

Todo lo sabía, si no, lo inventaba. Extrañaré las charlas (la mayoría de las veces muy largas) sobre las que hablaba de todo y de nada, de nuestras arrancadas a comprar chocolate para no darle a nadie y las peleas de por quién se comía la ensalada.

Legalmente dejaste cuatro hijos y once nietos, pero acá todos sabemos que son muchos más, la familia es grande, muchos hijos y más nietos, tantos, que no alcanzan mis dedos para contar. Eso me dice la gran persona que es, una que jamás rechazó a nadie, se daba el tiempo de conocer, que tenía el corazón tan grande como el infinito.

Voy a extrañarte Tata, pero sé que siempre será mi Roble, el que me enseñó que el amor y la felicidad no son una utopía, que existen, él que me guiará por el camino de mi vida, me dará fuerzas y energía para conquistar el universo.

Te amo Tata

Gabi.


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