Hoy no quiero llorar tu muerte, si no celebrar tu vida, Mostrarle
al mundo como eras, que tus nietos te recuerden y los que vengan te conozcan.
A pesar de que no lea esta carta, estoy tranquila, porque siempre
nos dijimos todo, acá no habrá nada que no sepas, que no le dijera antes.
Sería mentira si dijera que no duele, que en el momento que te
fuiste quedé sin piso, tan asombrada y quebrada que no podía hablar, que duele
el solo respirar.
Jamás pensé que esto pasaría, para mí era un roble. Un ser
gigante, eterno y poderoso. Capaz de todo, hacer y darme todo.
Me llevó sobre sus hombros, me dio fuerza y valentía, me enseñó a
que nadie podía pisotearme, a defenderme, a ser humilde, a que el amor existe,
que sin importar dónde se encontrara, el me ayudaría, él llegaría.
A pesar de que ya no esté, sigue siendo así:
Eterno, porque no dejaré que lo olviden, los que vengan sabrán
quién era, conocerán su rostro, su voz, sus movimientos y su forma de pensar,
sus ideales, valores, gustos y disgustos.
Poderoso: porque aún tiene la fuerza de juntarnos, el poder de
unir a sus seres amados, porque por usted moveremos montañas.
Gigante: por que seguirá con nosotros, cargándonos sobre sus
hombros, dándonos la fuerza para continuar, porque con tan solo al recordarlo,
llena habitaciones, almas y corazones.
Estoy tranquila, por que se que fue feliz hasta el último segundo
de su vida, con detalles simples pero importantes, como quemando y raspando el
pan cada mañana para dejarlo comible, arreglando todo lo que podía, haciendo
cosas muy útiles y firmes, pero realmente feas, viendo a los niños descubriendo
el mundo, maravillándose con cosas simples de la vida o viendo a su vieja
jardinear o molestando a mi mamá hablando exageradamente mal.
Todo lo sabía, si no, lo inventaba. Extrañaré las charlas (la
mayoría de las veces muy largas) sobre las que hablaba de todo y de nada, de
nuestras arrancadas a comprar chocolate para no darle a nadie y las peleas de
por quién se comía la ensalada.
Legalmente dejaste cuatro hijos y once nietos, pero acá todos
sabemos que son muchos más, la familia es grande, muchos hijos y más nietos,
tantos, que no alcanzan mis dedos para contar. Eso me dice la gran persona que
es, una que jamás rechazó a nadie, se daba el tiempo de conocer, que tenía el
corazón tan grande como el infinito.
Voy a extrañarte Tata, pero sé que siempre será mi Roble, el que
me enseñó que el amor y la felicidad no son una utopía, que existen, él que me
guiará por el camino de mi vida, me dará fuerzas y energía para conquistar el
universo.
Te amo Tata
Gabi.
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