martes, 13 de octubre de 2015

Carlos

En lo primero que pienso cuando me acuerdo de ti, son en cuerdas vibrantes, en sonidos etéreos y colores alucinantes. en teclas blancas y negras, en microscopios y musgo.
Es difícil definirte, es imposible encasillarte.
Recuerdo tú mirada, queriendo traspasar más allá de lo permitido, tus palabras, pocas pero certeras, siempre dando en el blanco, siempre precisas, pero también respetuosas e incapaces de dañar realmente.

Recuerdo nuestro reencuentro, ya habíamos salido de la escuela y nos volvimos a ver en la universidad.
El mar estaba agitado, las olas hacían vibrar las ventanas y el viento estaba helado, calando los huesos.
Golpeaba de forma insistente la oficina de ficología, estaba molesta, mojada y  lo único que quería era arreglar esa maldita bomba que amenazaba con estropear los cultivos.

Pero abriste tú y mi mente quedó en blanco, mi mano alzada en el aire y mi boca abierta.
tú me miraste, ladeaste la cabeza y así nos quedamos unos segundos eternos.
la gente se detuvo a mirarnos, estábamos estáticos mirándonos con cara de idiotas sin movernos y de pronto nos largamos a reír, raíamos como locos. levantaste tú mano y desordenaste mi cabello y ahí finalmente nos abrazamos en un saludo mientras todos nos miraban como si estuviéramos locos.

Ese día me recuerda todo de ti, tu risa vibrante y etérea como la música que amabas, los colores que mostrabas cuando mirabas y las pocas palabras que nos dijimos, pero no poco importantes.

Eso es lo que conservo entre muchas otras cosas, pero todas importantes e imposibles de olvidar

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