domingo, 5 de septiembre de 2010

Salto

El día estaba completamente despejado, el astro rey se encontraba de forma imponente en lo alto del cielo, no habían sombras. la brisa, suave pero relajante a la vez, no permitía sentir los rayos abrasadores del sol.

- ¿Es enserio?, dijo ella con una mueca de completo desagrado.
- Si, lo es.
-¡Pero si me dan miedo hasta los ascensores!, dijo ella con una cara visiblemente espantada.
- Vamos tu puedes, solo relájate y no mires hacia abajo.

Grave error hizo al pronunciar esas palabras, de forma automática la vista de la joven se movió hasta sus pies, los cuales estaban posados sobre una rendija de cemento donde apenas cabían, miró mas abajo, el mar se encontraba de color verde claro, moviéndose de manera pausada y constante, invitándola a saltar.

- Vamos, suéltate, dijo el hombre al verla aferrarse mas aún a la baranda que tenía firmemente abrazada contra ella.
- No puedo. Mi estomago es un revoltijo.
- Si puedes, dijo mirándola a la cara mientras agarraba una de sus manos para que se soltara.

Ella soltó un fuerte suspiro mientras se giraba para quedar frente a la nada, la ciudad se veía impaciente, los gritos de sus amigos animándola desde abajo eran solo murmullos, casi imperceptibles para ella en ese momento, solo lograba escuchar los fuertes latidos de su corazón, le daba la idea de que un momento a otro saldría por su boca.
- Vamos, que te demoras mucho.
Cerró los ojos por un instante, dejando que la brisa y el sol la dejaran en una especie de trance, su corazón que corría desbocado en ese momento, pareció tratar de calmarla...
Abrió sus ojos y sin pensar mas dio un paso a delante hacia la nada.
Al pisar el aire sintió como su corazón se detenía por un segundo y comenzaba a caer, la bomba de adrenalina corrió por su cuerpo, exacerbando todos sus sentidos, sintió como cada milímetro de su cuerpo entraba en contacto con el frío líquido y las burbujas que se rompían en contacto con su piel. Al salir a superficie los gritos de júbilo de sus compañeros la alertaron de que todo estaba bien, que seguía viva. La luz irrumpió sus ojos lastimándolos, pero logró acostumbrarse y vio que se encontraba a solo un par de metros del muelle. Trató de moverse, sus músculos estaban rígidos aún por el impacto, por lo que le respondieron con dificultad. Llegó al muelle, trato de subir en el con infructuosos resultados, hasta que sintió unos brazos en su cintura que la alzaban y la dejaban sentada en la base del muelle.
- Gracias. Fue lo único que logró articular.
- No hay de que, dijo su amigo - Por cierto, felicidades, sabía que lo lograrías.

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