viernes, 5 de agosto de 2011

Por ti

El viento acariciaba su rostro suavemente, tenía los ojos cerrados, trataba de concentrarse y evitar que el torrente de emociones que crecían en su pecho saliera a flote.

Estaba sentada al borde del abismo, sentía como una penetrante mirada seguía sus toscos movimientos, como ella se abrazaba su barriga y se movía de manera constante hacia adelante y atrás.

Trataba de pensar, sabía que ya no había vuelta atrás, pero verlo así de destrozado al percatarse de la decisión que había ella había tomado la estaba a punto de derrumbar, ya no sabía que era lo correcto.
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-   No…no puedes hacer esto sollozó.

-   Si puedo, de hecho lo estoy haciendo. Dijo ella con una sonrisa en su rostro. Se arrodilló junto al hombre y le dijo al oído en un susurro perceptible solo para el.- no dejaré que se los lleve, es nuestra última oportunidad, lo evitaré aunque no pueda volver.

-   ¡No! Volvió a gritar el hombre tratando de levantarse de manera infructuosa. Sus ojos se llenaron de lágrimas mientras veía como sujetaban a la mujer por la cintura y bajaban las murallas hacia el lado del acantilado.
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Sí, lo haría, por él y todos los que amaba.

Se dejó llevar por los recuerdos, la primera vez lo vio, cómo intentaba de manera infructuosa de enseñarle a tirar al arco o cuando lo hacían enojar y daba la idea que le saldría humo por las orejas.

No debió pasar mucho tiempo hasta que quedó perdida en el recuerdo, dónde solo estaba él, observándola con esa intensa mirada y esa sonrisa ladeada que a pesar de ponerla nerviosa, era lo único que lograba calmarla. No quería olvidarlo, se negaba a si misma el simple echo de que no era una opción, ella lo olvidaría quisiera o no.

Pensó por un segundo que era real, quiso tocarlo, pasar su mano por ese rostro, sentirse a salvo entre sus brazos nuevamente, como cuando era una niña y la abrazaba.

Una voz la saco de sus cavilaciones advirtiéndole que debían irse. Ya estaba decidido, no podía aplazarlo más.

Se levanto bruscamente y alzó el preciado tesoro a la altura de sus hombros, con los brazos completamente estirados  hacia el vació.

El hombre dio un grito ahogado al ver como la mujer soltaba las esferas hacia la nada.

No supo bien que fue lo que le dijo a aquel hombre, solo sentía el filo de la daga en su garganta, pero a ella ya nada la importaba, sabía que no podía volver, pero tampoco quería vivir lejos de ahí.

Pero un último recuerdo de esta vida la invadió, dónde le prometía que si algo así llegara a pasar, ella saltaría.

Si, ella saltaría, por el, por ellos.

- ¡Entonces hasta aquí llegas!, dijo el hombre enterrando suavemente la hoja en ella.

- No lo creo, dijo ella dando un paso hacia atrás y lanzándose al vacío.
  

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